viernes, 11 de abril de 2008

Modelo para la protesta civil


Las únicas batallas
que se pierden son
las que se abandonan.

—Hebe de Bonafini



En la época de don Porfirio Díaz a uno lo metían en la cárcel de Belén por tener una pequeña imprenta. Ahora todo mundo tiene una en su casa y, por si fuera poco, un sistema nacional e internacional de comunicaciones: su computadora, su impresora y su internet. Una verdadera infraestructura de propaganda. Lo que sucede es que no todos los usuarios saben usarla o no todos la necesitan. En las últimas décadas de los zares en la Rusia del siglo XIX un solo hombre podía poner de cabeza al imperio con la elaboración y la distribución individual y solitaria de octavillas. También podía ser un terrorista: solo y a solas, como el llanero solitario, un endemoniado, como les llamaba a estos poseídos Fedor Dostoievski.
Los recursos tecnológicos a la mano son muchos. Una cámara fotográfica (o un celular) tiene el valor de un testigo y ha servido ya para denunciar muchos crímenes en otros países, como cuando unos policías de Los Ángeles muelen a patadas a un conductor negro en el freeway. Y no sólo las cámaras digitales de foto fija: también los teléfonos celulares y las videocámaras. Basta asomarse a iTube para corroborar la irrestricta, infinita libertad de expresión que ahora todo mundo puede ejercer. No hay manera de censurar las noticias y las denuncias en la red.

Cámara digital
Lo que ocurre en las colonias del DF es lo que sucede a nivel nacional: unos cuantos grupos de comerciantes dominan el espacio. Vivimos una nueva Edad Media en la que hay señores feudales que nos cobran un tributo mensual (Azcárraga, Slim) o dominan mediante sobornos y negocios compartidos a los funcionarios públicos, ahora panistas o perredistas. En la colonia Condesa del DF, por ejemplo, no mandan las autoridades de la delegación Cuauhtémoc. Mandan los comerciantes que tienen a su servicio a los “insobornables” inspectores de la delegación Cuauhtémoc.
Si los vecinos tienen algún problema de ruido, malos olores, ratas, exceso de grasas en el drenaje, porque de pronto amaneció una cocina clandestina de algún restaurante enfrente o al lado de sus casas (que están en zona exclusivamente habitacional), lo primero que tienen que hacer es tomar fotografías con el celular, la cámara digital o la cámara tradicional de rollo. Las más recomendables son las digitales porque las fotos se pueden enviar directamente por internet a las “autoridades” y a los periódicos.
También hay que retratar y grabar a las grúas de asalto, una de las más groseras muestras de abuso de autoridad que se permite descaradamente el gobierno del Distrito Federal: los conductores de las grúas son auténticamente asaltantes uniformados.
Hay especialidades: un vecino se ocupa de fotografiar exclusivamente grúas: las frecuentes escenas en la que los extorsionadores agentes de las grúas fingen que se llevan el carro de alguien para después perdonarle la vida y quitarle 500 pesos.
Otros, menos beligerantes, se limitan a tomar fotos de las jacarandas que aparecen entre el miércoles de ceniza y el domingo de resurección: un árbol de cuaresma, efímero, que muere joven o recién nacido.
Y por lo demás también hay fotógrafos improvisados que se dedican únicamente a tomas de hombres que cortan árboles. Les encanta cortar árboles a los enviados de la delegación Cuauhtémoc o de la compañía de Luz y Fuerza del Centro. Ellos destruyen, no construyen. Y lo hacen como si les causara un placer insano cortar ramas, brazos, troncos a veces.
Hay que recordar, por otra parte, que con celulares se pueden organizar manifestaciones como la de Madrid entre el 11 y el 13 de marzo de 2005. Los madrileños no confiaban ni en la televisión ni en los periódicos y empezaron a organizarse con el boca a oreja de los “móbiles”. Comunicándose así, además, evitaron la manipulación del gobierno de Aznar y lo derrotaron en las urnas. Basta hacer correr la voz por los celulares para que cientos de vecinos de la colonia Condesa le hagan un plantón a Marcelo Ebrard en su propia casa, en el parque México, casi esquina con Sonora.

Impresora
Es como una imprentita Chandler de las de antes, como el mimeógrafo. Si los vecinos no quieren hacer mantas que cuelguen del lado al lado de la calle para exigir la clausura de la bodega ilegal en la calle de Jojutla porque se las pueden quitar, lo que sí pueden hacer son carteles en la computadoras con letra muy grande y pocas palabras. Luego estas hojas se pueden amplificar y reproducir en xérox por decenas o cientos y colocar por dentro de las casas para que nadie las arranque. También se pueden repartir en la calle.

Internet
Como en todo esfuerzo propagandístico, para bien o para mal, lo importante es la propagación de las ideas y los problemas. Cuentan que durante las sospechosas e inolvidables elecciones presidenciales, el PAN tenía en su cuartel general de la colonia del Valle a todo un ejército de 200 jóvenes pegados a la computadora y haciendo la guerra por internet a su adversario, bajo la divisa de que en la guerra psicológica todo se vale, sobre todo la calumnia y la mentira.
A través del correo electrónico se puede contactar a los periódicos. Basta identificar a los reporteros que cubren la fuente de la ciudad (el DF) para hacerles llegar copias y fotos de las denuncias, como las que se presentan todos los días en la delegación Cuauhtémoc.
El plan de transformar toda la avenida Michoacá, desde Insurgentes hasta Mazatlán, debería ya estar en las páginas de los periódicos dedicados a los problemas urbanos.
También está Google. No lo va a usted a creer pero ahí se encuentra hasta el nombre del no muy conocido ingeniero José Luis Muñoz Soria que es el jefe delegacional en Cuauhtémoc y que —impotente, tímido— no puede hacer nada en la colonia Condesa. Si los datos no bastan, hay que investigar por otro lado quién es, de dónde salió, a qué tribu del PRD pertenece, qué intereses representa y protege. Las denuncias en estas lides deben ser ad hominen, es decir, con nombres y apellidos. No tiene sentido denunciar en abstracto.
Luego están los blogs, que son archivos: basta colocar uno titulado “Cardiograma de la Condesa” para ir concentrando allí todos los documentos de denuncia, fotografías, cartas firmadas por decenas de vecinos.
¿En nombre de quien, con qué representatividad, un grupo reducido de comerciantes restauranteros y bareros, han decidido que no es mala idea contratar a una compañía norteamericana para transformar (a favor de los comerciantes) la avenida Michoacán?
En Google aparece también todo el directorio del gobierno del Distrito Federal: nombres de los funcionarios, domicilios de sus oficinas, correos electrónicos. Hay que saber muy bien a quién enviar copia de las denuncias. Es todo una aprendizaje.
Es muy importante ubicar la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, a cargo del arquitecto Arturo Aispuro (entusiasmado con el proyecto de la avenida Michoacán); a la licenciada Martha Delgado, secretaria del Medio Ambiente, a la contralora general Beatriz Castelán (para denunciar a los malos funcionarios) y a Diana Lucero Ponce Nava Treviño, de la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial del DF (Medellín 202, colonia Roma Sur, México DF 06700).
Bueno, pero, se preguntará el lector, ¿a quién le importa lo que sucede en una colonia clase media del DF? A nadie en Chínipas, Chihuahua, por ejemplo. Pero lo que sí es interesante es el método de lucha civil: cómo organizarse para dar la batalla en el barrio, a nivel micro, en contra de las autoridades corrompidas por los comerciantes. Y eso sucede en todas las ciudades (Mexicali, Monterrey, Tuxtla Gutiérrez, San Luis Potosí, Guadalajara, León, Reynosa, Saltillo, Chihuahua, Aguascalientes) de nuestra muy infeliz y saqueada República.
Se ha constituido un eje de la protesta civil que une a las delegaciones Miguel Hidalgo, Cuauhtémoc y Benito Juárez.

En Polanco Eduardo Farah dirige un periódico de la colonia: Espejo de Polanco. Y en Coyoacán, Francisco Ortiz Pinchetti dirige otro, muy combativo.

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